Ha pasado suficiente tiempo y nada cambio. Si nos hubiésemos quedado, habría sido igual, nada hubiese cambiado. Ojeo el “Libro de todos los años” y sin inquietarme repaso los incontables días y los muchos años que nunca dejamos de ser así, sin que nunca existiese algo esplendido o deprimente, superficial o profundo, salvo por los ruidos cotidianos con los que expresamos “nada”.
A través del cristal veo la figura que avanza como cualquier transeúnte, al cual saludo desde la distancia entre el pasado y el presente. Alguien me entreno en el “mimetismo reactivo” y sin que exista el azar, desaparecí estando allí.
Siempre llegamos caminando cuando ocurren acontecimientos inevitables y esperamos que se cumpla el “rito de la confusión y el olvido”. Cuando cada quien regresa a su asiento con ausencia de conmoción, es que ha recibido su “tajada” e intenta ocultar tan profundo irrespeto, en la media sonrisa que su rostro eleva. Ha pasado suficiente tiempo y nada cambio.