Harto de abrir
puertas y convocar fantasmas, del manipular atento y perspicaz de los mismos,
del sueño incomodo de la independencia -en una época intensa y sin fronteras-, del mundo que nos espera y, de la
pesadilla local, que es un abismo en el pensamiento.
Harto de los horrores venideros, del
terror y la incoherencia, de la desesperanza que es prueba de que la felicidad
no es trascendente. De las decisiones suicidas, de la herencia de mi especie, de
la opinión, del pensamiento, de la invasión de la cultura del miedo. Harto de la superstición del futuro y
de su modo de ver y despreciar a las multitudes, del colectivo preñado de violencia y de la
cultura y sus leyes… del fracaso
repetido en nuestros intentos para romper el círculo que se cierra sobre
nosotros y, de un régimen en vías de establecerse para siempre en el lugar
en que vivimos. Harto de pedir que
reflexiones, que enciendas tu pensamiento…