Viven declarando falsedades, esperando que los oyentes les crean y ocultan siempre la realidad. Como la intención de engañar es tan frecuente y consciente se les califica de farsantes. Sabemos que hablan tanto porque, como demuestran los estudios, los seres humanos tardamos más mintiendo que diciendo la verdad.
Esas mentiras que intensifican los conflictos, al fin han logrado que hasta los simpatizantes les hayan perdido la confianza. Gracias al progreso en este Siglo XXI es más difícil mentir.
Engañan religiosamente y hacen tanto daño, solo para favorecer a un entorno mediocre y fácilmente corrompible, que se complacen en no ayudar a nadie usando hasta la calumnia, para imputar siempre a algún inocente un delito no cometido.
Puesto que la mentira es una elaboración compleja, consciente y mucho más complicada que la verdad, superan al polígrafo y al pentotal, pero “las imágenes y las palabras hablan por sí solas”.
Como todos obedecen al mismo patrón son histriónicos, vanidosos y egocéntricos. Siendo también autoritarios se incomodan cuando no son el centro de atención. Necesitan seducir a mentira limpia y que les aprueben lo que hacen, o se molestan por ser impulsivos y poco tolerantes a la frustración "expropiándote la paz".
Ya sabemos que al Cerebro de los mentirosos patológicos se le hace natural contar mentiras, pues se encontró que tienen en promedio más materia blanca en la corteza prefrontal - área mas activa durante la ejecución de la mentira -que en las personas no mentirosas. La materia blanca del cerebro capacita al pensamiento rápido, mientras que la materia gris lo inhibe. El estudio dice que la combinación de materia blanca extra y “menos materia gris” podría dar la mezcla correcta de los rasgos para hacerlos mentirosos.
Esta es la primera diferencia biológica que se ha descubierto entre mentirosos patológicos y la población general.
Los mentirosos patológicos serian un grupo distinto que sistemáticamente manipula a los otros, mintiendo y usando alianzas para obtener ganancias o placer personal.
Las personas con menos materia gris tienden más fácilmente a romper las reglas y se cuidan menos de cometer transgresiones morales.