viernes, 1 de julio de 2011

Mors certa, hora incerta

<<La vida es menos segura que la muerte>>
                                                          Teilhard de Chardin

A pesar de ser ineludible, la muerte es atemorizante. Entre la  incertidumbre de cuándo o como ocurrirá y  la alternativa de la esperanza o el desaliento de lo obvio; se inicia el proceso de la anticipación. Mientras todos los esfuerzos se dirigen a salvar la vida, es muy poco lo que se hace en  prepararse para recibirla, debido al desierto espiritual de la sociedad moderna.

Reflexionando con claridad sobre ella,  es mucho el sufrimiento que puede producir. El  diagnostico de “enfermedad maligna  o intratable”,  obliga a tomar conciencia de la propia mortalidad y obviamente   desequilibra;  dando lugar a  la incertidumbre o al pánico con alteración de la evocación, de la abstracción y de la razón,  sumándosele    emociones como la rabia, la agresión y la resignación. Esto es consecuencia de la tensión abrumadora que produce la confrontación súbita con la propia transitoriedad.

Hay quienes logran equilibrar el momento - adecuado para la toma de decisiones futuras – aunque con frecuencia hechos como la aparición de metástasis o reacciones al tratamiento, logran romper el relativo equilibrio produciendo gran caos mental.

El signo característico del final es “cuando nos alejamos de la realidad” lo que crea la típica reacción familiar o de los prestadores de salud de “Intentar a toda costa salvar  la vida”

 “La muerte no es deprimente ni emocionante; es sencillamente un hecho de  la vida”