
El Emperador Shih Huang Ti (秦始皇) ordeno edificar la infinita muralla china y dispuso que se quemaran todos los libros anteriores a él aboliendo la historia.
Erigió la muralla, porque las murallas eran defensas y quemo los libros, porque la oposición los invocaba para alabar a los antiguos emperadores. Quemar libros y erigir fortificaciones es tarea común de los príncipes; lo único singular en Shih Huang Ti fue la escala en que lo hizo.
Cercar un imperio es poco común, y pretender que la más tradicional de las razas renuncie a la memoria de su pasado mítico o verdadero menos aun. Hablamos de tres mil años de cronología (El Emperador Amarillo, Chuang Tzu, Confucio y Lao Tzu). Ti ordeno que la historia empezara con él y prohibió que se mencionara la muerte. Busco el elixir de la inmortalidad y se recluyo en un palacio figurativo lo que sugiere que la muralla en el espacio y el incendio en el tiempo fueron barreras mágicas destinadas a detener la muerte
Quizá el Emperador y sus magos creyeron que la inmortalidad es intrínseca y que la corrupción no puede entrar en un orbe cerrado. Quizá quiso recrear el principio del tiempo y se llamo Primero, para ser realmente primero, y se llamo Huang Ti, para ser de algún modo Huang Ti, el legendario emperador que invento la escritura y la brújula. Este, según el Libro de los ritos, dio su nombre verdadero a las cosas; parejamente Shih Huang Ti se jacto, en inscripciones que perduran, de que todas las cosas, bajo su imperio, tuvieran el nombre que les conviene. Soñó fundar una dinastía inmortal; ordeno que sus herederos se llamaran Segundo Emperador, Tercer Emperador, Cuarto Emperador, y asi hasta lo infinito… También cabria suponer que erigir la muralla y quemar los libros no fueron actos simultáneos. Esto (según el orden que eligiéramos) nos daría la imagen de un rey que empezó por destruir y luego se resigno a conservar, o la de un rey desengañado que destruyo lo que antes defendía. Ambas conjeturas son dramáticas, pero carecen de base histórica.
Herbert Allen Giles cuenta que quienes ocultaron libros fueron marcados con un hierro candente y condenados a construir, hasta el día de su muerte, la desaforada muralla. Acaso la muralla fue una metáfora y Shih Huang Ti condeno a quienes adoraban el pasado a una obra tan basta como el pasado, tan torpe y tan inútil. Acaso la muralla fue un desafío y Shih Huang Ti pensó: “ Los hombres aman el pasado y contra ese amor nada puedo, ni pueden mis verdugos, pero alguna vez habrá un hombre que sienta como yo, y ese destruirá mi muralla, como yo he destruido los libros, y ese borrara mi memoria y será mi sombra y mi espejo y no lo sabrá” Acaso Shih Huang Ti amurallo el imperio porque sabía que este era deleznable y destruyo los libros por entender que eran libros sagrados, o sea libros que enseñan lo que enseña el universo entero o la conciencia de cada hombre.
Jorge Luis Borges. Buenos Aires, 1950