
Frecuentemente ante el comportamiento del hombre, me pregunto una y otra vez: ¿será que no conoce o ignora la realidad de lo que está hablando?, ¿será que está o no informado? ¿Será que ha vivido o no los problemas terribles que padecen, cada vez más sus súbditos?
Obligado a pensar que el hombre es un iluminado que obedece ciertas reglas del “espíritu omnipresente” y que lo que él cree, es un nuevo culto filantrópico a la “mente absoluta del manipulador universal”; también veo como suprime sin más, la realidad misma de los problemas que intenta resolver. Y es que, no hay camino más seguro para no resolver un problema, que ignorarlo, que darlo por inexistente.
Es el inconveniente perpetuo de la obsesión por el poder. La mirada obcecada mira hacia lo alto en constante entusiasmo –y por eso no ve, es ciega para las cosas que tiene delante. Así su horror al conocimiento le hace negar de plano la existencia de problemas, tanto en la teoría como en la práctica; que considera inventados arbitrariamente por los demás –es decir, que no ve el conflicto casi permanente que ha sido la historia de su reinado, unas veces más intenso y otras menos, tanto que casi constantemente ha constituido solo un problema político.
Al contemplar la conducta de sus súbditos desde fuera y con absoluta distancia, no tiene, pues, la menor idea de la realidad, porque lo veo y lo escucho, y está hablando de lo que por completo, ignora. No hace falta meterse en grandes investigaciones para percibir que esa conducta se compone de: Ignorancia, Incapacidad e Inopia.
¡PRECISEMOS!