La realidad totalizada y resuelta delimita los cambios: lapsos largos y artificialmente prolongados, en los que el contenido se manifiesta en una situación donde la decisión que le da origen va construyendo nuestras vidas.
La tendencia a la aplicación irreflexiva o precipitada ha hecho malentender la expresión de agitadas vicisitudes dinámicas. La nación -que surge habitualmente de una elección, hasta que se define como un proyecto de vida en común- tiene procesos, recesos y estabilizaciones; por tanto los modos son respectivamente correspondientes como la vida misma que dura en el tiempo, y que cualitativa y cuantitativamente se distingue de lo que le precede como de lo que le sigue: reacción y respuesta. Por supuesto, se es una nación genuina cuando es tácita y cotidiana la aceptación del proyecto que supone, y que crea en los ciudadanos un conjunto de hábitos que determinan su peculiar modo de ser.
Aproximadamente hace unos veinte años se produjo una mutación cualitativa que afecto la vida de la nación convirtiéndola desde entonces en una nación sobrevenida (…aquella que surge de eventos importantes e inesperados) que determino la rápida perdida de vigencia de lo convencional y culmino en este desastre de “crisis duradera” que obliga a los ciudadanos a inventar con frecuencia nuevos modos de vivir, que pronto terminan por mostrarse ineficaces.
¿Es posible una “Nación Planeada” promovida por una llamada a la toma de conciencia y al cambio, que nos desenmarañe? Se pueden tener todos los sueños que se quiera, pero cuando se sueña no se está despierto. Y cuando uno se despierta, se da cuenta que el sueño tiene bien poco que ver con la realidad.