lunes, 11 de agosto de 2014

El repugnante aspecto de la barbarie



No logramos, según parece -ya que solo entre pareceres vivimos-  sorprendernos de nada. Ya no nos cabe en la cabeza que las cosas puedan cambiar, pues advertidos del defecto no sabemos corregirlo,  y más que dispuestos aceptamos que la derrota es una de las caras que puede tomar la vida.


Como todo es imposible,  esta se nos congela en el tiempo  que se hace lento e infinito,  aunque soñemos con que pronto todas las cosas se pondrán al revés, y que  cobrarán el  sentido,  cuando hagamos de ella la aspiración a no renunciar a nada. 

Ese libro abierto del cual nadie sabe quién es el autor,  es el vigilante que nos alerta cuando estamos próximos: « ¡Cuidado  que lo hacen mal! » Mientras tanto el paisaje es el mismo: sometidos en la penumbra, casi olvidados por los otros, esto no es irreal ni imperceptible, ¡es asi!


Vivimos entre una segunda distancia y la ausencia, que es un exilio interior  y no simplemente un no estar; mientras la monotonía de los que entraron por el carril hace que  fracasen errando dócilmente. Esto es inevitable, estamos atrapados entre la incompetencia y la frustración que giran en redondo….


¿Dónde está nuestro yo profundo? ¿Dónde está la fuerza de  aquellos que fueron  patriotas antes de haber creado la patria, revolucionarios antes de haber proclamado la independencia,  y demócratas antes de establecer la Republica?