Desperté sobresaltado por una pesadilla. ¿Por qué perdía mi tiempo atacando un espantapájaros si sabía que en la vida nada persiste inmutable? Este hábito de preguntarme todas las cosas me sugiere indagar ¿Cuáles han sido esos cambios que ocurrieron, que hacen parecer que el presente no existiera? ¿Qué día es hoy? ¿En que año estamos?
Nos hemos convertido en muchedumbre que empuja y atropella en el metro y en el tren. Solo conocemos a quien le hablamos a través del celular, en esta locura frenética de apartarnos del entorno. Nuestro espacio vital se ha reducido a más de la mitad y vivimos como presos hacinados en nuestra propia ciudad. ¿Para que estos cambios tan catastróficos en nuestras vidas? ¿Por qué una minoría lo decide?
El desmoronamiento no es un castigo para algo que pudiera llamarse un delito. Uno de los valores de la experiencia es que sus enseñanzas son útiles para la vida porque acciones semejantes conducen a consecuencias semejantes. Por eso recordar desenlaces de acontecimientos notables de nuestro pasado, nos permite suponer juicios y pronósticos, no demostrables, pero sí muy probables.
Mucho tráfico y mucha gente sin rostro; mucho grito de robo y mucho esfuerzo para no llorar tanta muerte innecesaria. Mucho encogerse de hombros hasta que el timbre anuncie tu turno para arrodillarte o morir.
Yo solo te invito a que pienses que no hay nada que nos impida crecer, si conservamos esa pasión en el corazón o consolarnos con saber que <<este es un país en que todo va poco mas de tuerto>> como refiere Juan Manuel Cagigal en “Contratiempos de un Viajero”.
Click para Descargar: Juan Manuel Cagigal, "Contratiempos de un viajero". Correo de Caracas, No. 18, 07 de mayo 1839