El 22 de octubre de 1899, en Caracas hubo campanas, tedeum, banderas, vítores, versos –otra vez Vírgenes- para recibir al nuevo ungido de los pueblos. Cipriano Castro es el Cesar de turno. El alma débil de los manifestantes siempre rinde plegaria a un hombre fuerte. Pareciera que aquellas multitudes venezolanas fueran afeminadas. Van en busca del macho -asi son procreados los dictadores- y no de las ideas. Ha llegado el Ave Fénix. Lo repite cursilonamente la endemia de los adulantes. En su edición del 23 de octubre dice “El Tiempo” de Carlos Pumar: “Ayer, la sociedad caraqueña agolpose en las calles que conducen a la estación del Ferrocarril Alemán con el objeto de saludar al afortunado Jefe que viene de triunfo en triunfo desde el Táchira”
Castro se encuentra con “íntimos” amigos que jamás había conocido…………………….
………….Al asumir el mando, Castro se dirige al país desde los balcones de la Casa Amarilla. Aquí si hay aplausos y gritos histéricos. El programa esta empalagado de frases pomposas y en síntesis; nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos. Las aclamaciones fueron delirantes
“Y es la misma gente que luego aplaude cuando los echan y los llevan a la cárcel o les tumban las estatuas”
Rafael Gallegos Ortiz. El Cachorro Juan Vicente Gómez (pág. 70)