Cuando en la expresión se manifiesta el juicio de la coincidencia o de la discrepancia existente desde la juventud hasta la decrepitud; es porque la arruga, que resulta del juego de esperanzas y desencantos, dilata y contrae el rostro.
Vacilante el viejo en su exigencia, lleva siempre el dolor en su desesperación, porque la línea negra que lo limita y encierra dentro de sí, sin ventanas hacia fuera, es lo finito en lo infinito, es la soledad radical que oculta un dolor inagotable. Por eso se retira a un rincón de cuando en cuando, y las cosas rendidas a su destino le ofrecen un panorama de esclavitud.