«La estupidez es como una luz negra, que difunde la muerte en lugar de la vida, que esteriliza en lugar de fecundar, que destruye en lugar de crear. Sus expresiones forman legión, y sus síntomas son infinitos» Paul Tabori
La acción sé despliega, las vidas transcurren, y el lugar común intenta adaptarse a la corriente liberal mientras la monotonía empuja hacia los maleficios y la desgracia. «El leviatán pronuncio sus admoniciones.» La creación, los actos monstruosos y la restauración confluyen, y en esto esta la diferencia. Al descentrarse, se turba el animo que arrastrado por el rumor, arranca sin horizonte. Necesita espacio para posarse y dejar flotar la fuerza cósmica dentro del isósceles.
Ansioso e infecundo, blando y pálido, se retuerce y se rompe bajo el frágil peso de la humanidad. El derrame de substancia castiga la antigüedad del cuerpo, y por eso el cosmos censura su descuido. De ahí que copular en el polvo multicolor, cuando se desprende en el aire salobre el producto, corroe la belleza. Ese polvo inadecuado y ya barrido -que algún brujo experimentado machaco junto a las hierbas secas- despotricaba a gritos, mientras dominaba lo falso y desnudo del temible círculo.
La extraña expansión del abandono y el olvido, donde la desolación de ambos lados es «desperdicio», ha reducido a refugios bastardos a los fantasmas. Cuando cruzas la frontera y desprecias al tiempo, comienzas a ir de manera continua en bajada. Caes al suelo, y ya nadie lo advierte. Es la impotencia que se inclina en ausencia de servidumbre. Es como el moho del placer ya desvanecido.