domingo, 5 de octubre de 2014

«...callar es dejar de decir lo que se puede decir…»

Llueve, y entre la calle y la acera, donde conviven la destrucción y la muerte que nos llena de luto, nos tocan con la mirada fija. En ese momento el temor de que nos arrebaten la vida nos invade… expectativa y curiosidad por saber, si fugases y al descubierto, siempre tensos y pensativos; vivimos angustiados porque lo importante es no morir de un balazo.

El delito sin justicia vuelve la hoja, y apresuradamente todo termina en media vuelta… y cuando al mismo tiempo te agitan frenéticamente una pistola… o te paralizas, o te levantas y corres comprobando que los demás hacen lo mismo; …aunque antes de que vacíen el cargador, ya ha llegado la expiración.

…no es el momento de llorar desconsoladamente, pues la cabeza destrozada protesta al tiempo que se entrega…

Concebidos en el dolor, y con mirada de tristeza, todos seguimos el ejemplo: llorar por el camino sin otras consideraciones. ¿Tiempo? ¿Cuándo? Lo suficiente, tal vez pocos años. Y asi, tarde salimos del vacío, vigilantes de lo que estará ocurriendo sin poderlo resolver

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El coeficiente de inseguridad de la vida actual hace que la vida de todos esté orlada de un carácter de provisionalidad que amenaza con disolver sus más elementales posibilidades. Este factor nos está llevando simplemente al infortunio y/o a la desesperación, porque a pesár de saber que nos arrebataran la vida, tenemos que vivir; con lo cual lo inseguro quiere parecer seguro, aun sabiéndose incapaz de serlo (Xavier Zubirí -1898-1983)