jueves, 24 de septiembre de 2015

Sin duda, y sin asombro.

Me estoy cansando del país, y es que este cansancio separa, aísla, y divide. Tengo el cansancio de Handke: « […] los dos estamos cayendo ya, cada uno por su lado; cada uno con su cansancio propio y particular, no el nuestro, sino el mío de aquí y el suyo de allá». Este cansancio que me atormenta «con esa incapacidad de mirar y con esa mudez».

Byung-Chul Han me explica el dolor del cansancio, y la técnica de atención imprescindible para la supervivencia en esta selva. Ocupado en alimentarme debo dedicarme, a la vez, a otras tareas. Por ejemplo, debo mantener a mis enemigos lejos de mi esfuerzo. Debo tener cuidado constantemente de no ser devorado mientras me alimento. Al mismo tiempo, tengo que vigilar a mi descendencia y no perder de vista a mis parejas sexuales. Como salvaje estoy obligado a distribuir mi atención en diversas actividades. De tal modo, que no estoy capacitado para una inmersión quimérica: ni durante la ingestión de alimentos ni durante la cópula. No puedo sumergirme de ninguna manera en lo que tengo enfrente, porque al mismo tiempo he de ocuparme del trasfondo. 

La violencia, el agotamiento, la fatiga y la asfixia, no carecen de claridad argumentativa. Nos acercamos al fanatismo del exterminio. La hostilidad penetró al amigo y al enemigo, al adentro y al afuera, a lo propio y a lo extraño. La violencia es una constante…