lunes, 1 de febrero de 2016

Oquedad

[…] a pesar de todo, no es cualquier cosa lo que se pretende suprimir a nuestros ojos; por lo que es imposible ante tal resquebrajamiento negar la devastación. El no conjeturar, por improbable que pueda parecer, produce el efecto inevitable del cansancio de todas las ilusiones y de todo lo que hay en ellas (Fernando Pessoa): «su pérdida, la inutilidad de tenerlas, el antecansancio de tener que tenerlas para perderlas, la amargura de haberlas tenido, y la vergüenza intelectual de haberlas tenido sabiendo que tendrían tal fin»

Ya vemos cómo emergen, se inflaman, y se plantean siempre las «últimas cuestiones». Aun así, parece posible que una revolución de orden psíquico (aparición del poder de reflexión) nos permitiría devolvernos «algún día a alguna parte», donde la esencia estribe en «expresar el error y repararlo» en unidad cerrada, a fin de continuar aumentando a cada instante sin ruptura de la misma.

Inclinados a considerar sobre la pendiente de una indefinición -cuyo término debería ser pronto alcanzado- es el rebosamiento el que ha producido la extraordinaria oportunidad de que se desencadene un brote del entendimiento para comprender la esencia en su verdadera complejidad. Cada día aparecen nuevas pruebas que explican la debacle, y siendo más sólidas que nunca, demuestran que la «verdad» es un hecho real irrefutable.

Esa tendencia a la ley del menor esfuerzo, siempre nos hace ver con demasiada cortedad y simpleza la ejecución de planes que fracasan en su desarrollo, para más tarde, (mal comprendidos, pero finalmente identificados como una consecuencia) no encontrar el lugar adecuado, al descubrir que durante los últimos años siempre nos fue revelada la causa de lo que se ha extendido como una mancha voraz.